Por John Jairo Zuluaga Londoño
Joaquín Zapata Pinteño, La
invisibilidad de la ceniza, Editorial Domingo Atrasado, 2015. 154 P.
Joaquín es miembro del taller de
poesía Anábasis, fundado por el poeta de Artemisa, Cuba, Alberto Rodríguez
Tosca (Q.E.P.D) y su libro de poesía es un trabajo de obra blanca, con repujados
compartidos por Alberto, a quien le debe en gran parte, los secretos del
quehacer poético.
El texto se
divide en cuatro partes, la tercera y casi toda la última, dedicada al poema en
prosa, donde desarrolla ideas que vuelan más que las palabras. A veces tropieza
con su prosa, y se corta su vuelo, pero
sale bien librado.
En general
muestra la vida que se escapa, las fatigas y el sinsabor del que llega con las
manos vacías, teniendo las arcas llenas.
El tiempo es
una obsesión en su obra con los mecanismos aplastantes del reloj que todo lo
vuelve rutina, ceniza y olvido.
VIEJO
Hacerse viejo,
gastar en una sola noche
todas las madrugadas,
en un solo reloj
todos los almanaques…
Sus versos son
pinceladas que no forman una pintura; los finales no son conclusivos y podría
hablarse de construcciones abiertas.
UNA SOLA PALABRA
Sosegado el mar
en donde
solo la navegación es mía.
Una sola palabra
interminable.
Es de Elche,
Alicante, España y el mar frente a sus narices y en sus recuerdos fundidos en estos poemas. Marino por
afición y siempre dueño de algún barco que lo emparente con Ulises que va de
isla en isla en busca de aventuras. Esas aventuras que atraviesa en los poemas con zozobra. Ahora en Bogotá, donde lleva más de diez años,
planea su viaje en barco para España, de donde regresará a Colombia, la tierra
que lo tiene atrapado como Calipso atrapó a Ulises en su isla.
En su texto también viaja
con sus náufragos acuestas, su esposa que partió en la barca de Caronte, el recuerdo de su madre y
sus otros familiares fallecidos, la infancia perdida en Elche, los hijos
ausentes y el que se extravió en el mar y vive en sus recuerdos.
Parafraseando su texto diríamos que: La vida es
rosas y zarza; deseo que se vuelve llama y ceniza; e hombre sobrevive a la
derrota pegado a un mástil. Quedan pocas
esperanzas porque estamos determinados por un ser que ordena el
infortunio;
HOMBRES ANFIBIOS
La misteriosa esfera
ordena las mareas.
Los insomnios y el sueño
reclaman su atención.
La inquietud del paisaje
se abisma en las otras
pestañas de la luz,
desvaríos en la penumbra de
otro ser.
En el último
capítulo el autor muestras sus cicatrices, las heridas abiertas, los sueños
claudicados y muestra la casa que lo alberga, como un sitio de velación. Vino en busca de
otra vida y encontró cenizas.
Pero la Esperanza
que sobrevive en la Caja de Pandora le ofrece su bálsamo. Por fortuna sus consuelos, tal y como se infiere de su obra, son la poesía y como buen español, los toros y los crucifijos que cuelgan en su dormitorio; y el sosiego que
le trae el cigarrillo, sus amigos cercanos y su perro Dante, que lo acompaña de manera incondicional.