LA INVISIBILIDAD DE LA CENIZA

viernes, 16 de septiembre de 2016



Por John Jairo Zuluaga Londoño

Joaquín Zapata Pinteño, La invisibilidad de la ceniza, Editorial Domingo Atrasado, 2015. 154 P.
     
     Joaquín es miembro del taller de poesía Anábasis, fundado por el poeta de Artemisa, Cuba, Alberto Rodríguez Tosca (Q.E.P.D) y su libro de poesía es un trabajo de obra blanca, con repujados compartidos por Alberto, a quien le debe en gran parte, los secretos del quehacer poético.
El texto se divide en cuatro partes, la tercera y casi toda la última, dedicada al poema en prosa, donde desarrolla ideas que vuelan más que las palabras. A veces tropieza con su prosa, y se corta su vuelo, pero sale bien librado.
En general muestra la vida que se escapa, las fatigas y el sinsabor del que llega con las manos vacías, teniendo las arcas llenas.
El tiempo es una obsesión en su obra con los mecanismos aplastantes del reloj que todo lo vuelve rutina, ceniza y olvido.
              VIEJO
 Hacerse viejo,
                 gastar en una sola noche
              todas las madrugadas,
    en un solo reloj
                todos los almanaques…
Sus versos son pinceladas que no forman una pintura; los finales no son conclusivos y podría hablarse de construcciones abiertas.
                     UNA SOLA PALABRA
  Sosegado el mar
                               en donde solo la navegación es mía.

                       Una sola palabra interminable.

Es de Elche, Alicante, España y el mar frente a sus narices y en sus recuerdos fundidos en estos poemas. Marino por afición y siempre dueño de algún barco que lo emparente con Ulises que va de isla en isla en busca de aventuras. Esas aventuras que atraviesa en los poemas con zozobra. Ahora en Bogotá, donde lleva más de diez años, planea su viaje en barco para España, de donde regresará a Colombia, la tierra que lo tiene atrapado como Calipso atrapó a Ulises en su isla.
En su texto también viaja con sus náufragos acuestas, su esposa que partió en la barca de Caronte, el recuerdo de su madre y sus otros familiares fallecidos, la infancia perdida en Elche, los hijos ausentes y el que se extravió en el mar y vive en sus recuerdos.
Parafraseando su texto diríamos que: La vida es rosas y zarza; deseo que se vuelve llama y ceniza; e hombre sobrevive a la derrota pegado a un mástil. Quedan pocas  esperanzas porque estamos determinados por un ser que ordena el infortunio;
     HOMBRES ANFIBIOS
     La misteriosa esfera
   ordena las mareas.
            Los insomnios y el sueño
       reclaman su atención.
          La inquietud del paisaje
                                    se abisma en las otras pestañas de la luz,
                               desvaríos en la penumbra de otro ser.

En el último capítulo el autor muestras sus cicatrices, las heridas abiertas, los sueños claudicados y muestra la casa que lo alberga, como un sitio de velación. Vino en busca de otra vida y encontró cenizas. 
Pero la Esperanza que sobrevive en la Caja de Pandora le ofrece su bálsamo. Por fortuna sus consuelos, tal y como se infiere de su obra, son la poesía y como buen español, los toros y los crucifijos que cuelgan en su dormitorio; y el sosiego que le trae el cigarrillo, sus amigos cercanos y su perro Dante, que lo acompaña de manera incondicional.