TRASHUMANTES DE LA
GUERRA PERDIDA
Por John Jairo Zuluaga Londoño
Jorge Eliécer Pardo, Trashumantes de la guerra perdida,
Pijao Editores-Caza de Libros, Ibagué, 2016. 500 p.
“Si la guerra es el
arte de destruir hombres,
la política es el de
engañarlos”, J. E. Pardo.
La novela ofrece una radiografía
de la violencia política de Colombia siguiendo el rastro de la familia Guzmán,
que vivió en carne propia los avatares del enfrentamiento partidista. Disputas
que terminan en despojos de tierras, bala, machetazos y violaciones de mujeres,
incluyendo niñas de pocos años de nacidas.
Uno de los
conflictos destacados en la novela fue el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán que
lideró ideas reformistas, de tipo liberal y que representaba la esperanza del
pueblo. Pero las clases dirigentes, cuando ven amenazados sus privilegios,
reaccionan de manera violenta; lo asesinaron.
En el texto se
muestran las diversas etapas de la Violencia, incluyendo hechos históricos que
explicarían el conflicto con las guerrillas de hoy. En un primer momento se
retrata la anarquía que se vivió con la respuesta de las masas liberales que
repudiaron el crimen de Gaitán y el contraataque sangriento de los gobiernos
conservadores de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez. La policía convertida
en Gestapo criolla, liquidó a sangre y fuego a gran número de campesinos
liberales en varias regiones del país, para que llegaran diezmados a las
elecciones. Los campesinos, para protegerse, formaron autodefensas para salvar
sus vidas y cuando se propusieron la toma del poder, las élites de los partidos
subieron a la presidencia al militar Gustavo Rojas Pinilla para que defendiera
sus propiedades y ofreciera una amnistía a los hombres armados.
En un segundo
momento se muestra el engaño de la amnistía de Rojas. Muchos guerrilleros
murieron en las calles y otros en las filas donde esperaban sus salvoconductos.
Un grupo grande de los alzados en armas se mantuvo en las trincheras en espera
de una mejor oportunidad de paz. Todos los gobiernos del Frente Nacional
trataron de liquidarlos, pero la culebra nunca recibió golpes en la cabeza. El
senador, Álvaro Gómez Hurtado sostuvo que habían formado repúblicas
independientes y que había que liquidarlas con ayuda del gobierno
Norteamericano. La resistencia se ubicó a lo largo de los ríos Duda, Guayabero,
El Pato, Caguán, Río chiquito y en Marquetalia, foco liderado por Tirofijo.
En la novela
desfilan como personajes de pesadilla, la policía Chulavita y los pájaros que
defendieron al Partido Conservador. El más importante de ellos fue el Cóndor,
condecorado con la Cruz de Boyacá por el presidente Gustavo Rojas Pinilla. Los
liberales pusieron su cuota en el departamento del Tolima, donde se narra la
mayor parte de los sucesos. La región norte fue asediada por Desquite,
Sangrenegra, Tarzán, y Rosalba Velázquez y en el sur, por Mariachi y Chispas,
su lugarteniente. Por el MOEC, sobresalió Pedro Brincos, en el Líbano, Tolima,
quien se inspiró en las ideas socialistas de la Unión Soviética y en el legado
de la revolución Cubana. El Partido Comunista también puso sus personajes: Ciro
Trujillo, Charro Negro, Isauro Yosa, y Pedro Antonio Marín, que se inició como
miembro del Partido Liberal. Un “personaje” de terror fueron las volquetas de
las alcaldías municipales que cargaban los cuerpos de los campesinos masacrados
y que botaban a los ríos que enrojecieron sus aguas. Pero el personaje principal
es la violencia de Colombia.
Es una novela
construida en setenta y ocho pequeños capítulos que no pasan de seis páginas y
que recrea ambientes abiertos, de cafetales y calles de ciudades donde mueren
acribillados los campesinos que huyen como guatines asustados para defender sus
vidas.
El lenguaje empleado
es objetivo, y sin barroquismos innecesarios. Por eso el texto se lee con
holgura y con ganas de seguir. Se utiliza el párrafo largo en la narración y en
algunos, muy pocos por demás, se siente el enfrascamiento del autor por construirlos,
pero sale bien librado.
El autor rompe con la historia lineal y alterna episodios
destacados de la lucha partidista. El narrador es omnisciente, sabe todos los
tejemanejes y los secretos del conflicto colombiano, lo que demuestra una
investigación profunda del período de la Violencia del país.
Es una obra
diseñada para formar la opinión pública en los orígenes de la violencia
política que todavía nos desangra como sociedad. Aparece en un momento
apropiado, marcado por el fanatismo de una ciudadanía que todo lo ve en blanco
y negro, en gran parte por la manipulación de los medios de comunicación.